Nuevas formas de leer

Es cierto que el encanto de un libro, de sus páginas de papel, el olor que puedan desprender a tinta, su tacto,… no se pueden sustituir, pero para los ávidos de la lectura lo que importan son las palabras, y con los libros electrónicos pueden darle rienda suelta a miles de palabras en miles de libros en tan solo unos gramos de peso.

Los libros electrónicos, también llamados libros digitales o ciberlibros son como un libro pero en su versión electrónica. Se refieren tanto a la obra en concreto como al dispositivo utilizado para tal fin, que es del que nos ocupamos ahora.

Hace ya mucho tiempo, en 1949, ya se patentó la enciclopedia mecánica, de mano de Ángela Ruiz Robles, lo que sería el predecesor del libro electrónico. A día de hoy, ya existen muchos dispositivos que nos permiten leer libros electrónicos: cualquiera que tenga pantalla y memoria. Sin embargo, a finales del 2010 aparecieron ya los primeros dispositivos utilizados exclusivamente para el fin.

La característica principal de estos dispositivos radica en un diseño que pretende emular el papel de los libros tradicionales. Es en ese momento que aparece el concepto de tinta electrónica, que se caracteriza por ofrecer al lector un “efecto papel”. Eso se consigue gracias a la ausencia de iluminación y al gran contraste que se obtiene. Por otra parte cabe destacar que eso también conlleva un ahorro de energía, ya que no necesita apenas alimentación.

El libro electrónico ofrece grandes ventajas, siendo la más evidente la posibilidad de leer en cualquier lugar el documento que se desee. El hecho que no tenga retroiluminación, además de un ahorro de energía, también ofrece ventajas en cuanto no cansa la vista, prolongando así las horas de lectura. La accesibilidad es otro de sus puntos fuertes. El punto que hasta ahora ha estado más en contra de este tipo de libros es su elevado precio, potenciando así una carrera para producir libros electrónica cada vez más baratos.